lunes, 30 de mayo de 2011

Paisajes

Un paisaje lleno de paisajes un día se asomó por mi ventana. Veinte instantáneas que se acercaban y se alejaban con cada parpadeo. Ríos; montañas; desiertos; infinitos campos; casas solitarias; plantas de todo tipo, de aquellas que tienen flores con dulce aroma y de las que dan los frutos más ácidos; nubes pomposas; estrellas plateadas; soles y lunas que jugaban a no encontrarse

Lleno de todo eso y vacío de toda presencia. Nadie estaba allí. Aunque había rastros de presencia humana: seguramente algún capitán panzón y bigotudo solía navegar en aquel barquito de papel, y una vieja costurera había remendado las colinas que se veían a lo lejos. Pero, nadie estaba allí.

Estabas ausente. Y entonces, comencé a buscarte detrás de las montañas y de los extraños árboles, por los desiertos, entre los enormes edificios; debajo del agua; pero no te encontré. Mis ojos recorrían todos los paisajes, mis manos pretendían tocarlos.

Me sentía sola y abrumada, pero no podía dejar de contemplarlos en silencio. Algunos tenían imágenes similares a los que había visto en colores en algún viaje, en una foto o en algún sueño; no recuerdo bien.

Pensaba que muchos artistas habían escrito sobre los paisajes de nuestra tierra; otros tantos, como Fader y Malharro, los habían pintado de todos colores. Xul solar había imaginado algunos muy hermosos; en Italia, De Chirico los había hecho extraños y solitarios, como los de Carrá; como los que aparecían en ese momento frente a mí.

Aunque nadie me había hablado de los que hoy brotaron por mi ventana. Insólitos. Todo era gris, en distintos valores: las líneas, las texturas, los planos, los horizontes; cielo, agua y tierra eran grafito.

Pero algo raro ocurrió de repente; la función ya terminaba. El olor a rutina se sentía cada vez más intensamente. Entonces, el telón de los paisajes se plegó en diminutas partes y formó un suave trazo gris que se movía al compás de la alarma matutina. El agua dulce me salpicó en la frente; salía de una enorme canilla que, como todo en aquel espectáculo, era gris.

Gris como el sonido agudo del despertador que me desveló esa mañana y me quitó de un sacudón todos esos paisajes.

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